jueves, 20 de enero de 2011

La cultura Tairona de Colombia


Colombia está situada al norte de Sudamérica. Sobre los océanos Pacífico y Atlántico tiene fronteras con Panamá, Venezuela y Ecuador y en el triángulo amazónico con Perú y Brasil. Su extensión es de 1’141’748 km2.



La Sierra Nevada de Santa Marta está en el noroeste colombiano y es la montaña más alta del mundo que se eleva en un litoral. La UNESCO la declaró reserva del hombre y de la biosfera. Es una pirámide maciza que se eleva abruptamente desde la costa del Caribe hasta las nieves perpetuas y alcanza una altura de aproximada-mente 5’775 m. Geograficamente está aislada de los Andes y del continente sur-americano. Se extiende 160 km a cada lado, diferentes en topografía, flora, fauna y habitantes: allí se encuentra todo tipo de clima y paisaje. Los declives en el norte son húmedos y en gran parte cubiertos de selva pluvial. Los del sur son secos y solamente en las hondonadas se encuentra la selva. Los páramos son más extensos.



En la Sierra Nevada existen 5 franjas climáticas con temperaturas de 24° hasta menos 0: selva húmeda y tropical, bosque húmedo y montañoso, monte seco, páramos y picos nevados, ubicadas a algunos kilómetros de las playas del mar Caribe. Es un lugar extraordinario que fisicamente representa el modelo de todo nuestro planeta: existen todas las zonas ecólogicas del mundo entre el mar y las cumbres de las montañas. Además está en el centro del mundo, justo algunas millas al norte del ecuador, con doce horas día y doce horas noche. Se pueden observar los astros y el desplazamiento del sol, los solsticios y los movimientos y fases de la luna.



La ciudad antigua más importante que fue descubierta en el siglo XX se ubica en la franja norte de la sierra: la Ciudad Perdida, conocida por los huaqueros como “el infierno verde” y por los arqueólogos como Buriticá 2000. Probablemente fue construída en los siglos XIII y XIV y se considera uno de los más grandes centros urbanos Taironas.



Se emplea la denominacíon “cultura Tairona” para designar el conjunto de vestigios prehispánicos hallados en las vertientes occidental y norte de la Sierra Nevada y en zonas costeras contiguas. Algunos testigos históricos narran sin embargo que los aborígenes agrupados bajo el apelativo Tairona ocupaban las orillas de los ríos Don Diego Guachaca y Buriticá. Sus asentamientos, localizados entre la costa y los 3’000 m, albergaban una densa población concentrada en pequeños, medianos y grandes centros urbanos. Su posición geográfica los aislaba de los incas en el sur y de los aztecas en el norte, pero pertenecían a la extensa cultura desarrolladase entre el norte de Colombia y América Central. Los Tairona se presentan como una cultura rica y de compleja estructura socio-cultural, con un alto nivel en el arte de la ingeñería por su estructura urbana y su desarrollado sistema económico y político. Al destruirse estas estructuras desaparecieron los sistemas de distribución que per-mitían conservar sus obras arquitectónicas urbanas que habían convertido la Sierra en un paraiso, con redes de construcciones en piedra a gran escala y extensos sistemas de irrigación y drenaje.



Las ciudades arqueológicas contienen vestigios de sectores urbanos exclusivamente dedicados a la manufactura de determinados productos, lo que por si denota la gran complejidad sociocultural existente. La especialización de los gremios de artesanos quedó plasmada en la magnificiencia y variedad de la cerámica doméstica y ritual y la talla en piedra y hueso. La orfebrería, sobresaliente en el panorama americano, expresa el profundo conocimiento metalúrgico como la fundición a la cera perdida, la soldadura, el dorado y el empleo mixto de técnicas simples – el laminado, el repujado y los moldes – en los que fueron elaboradas hermosas obras de arte.



Cuando, al comienzo del siglo XVI, los españoles llegaron a la costa norte de la que hoy es Colombia, descubrieron una civilización pacífica y muy bien organizada, a la cual dieron el nombre Tairona. Quienes inusitadamente sobrevivieron al contacto inicial con los colonizadores, huyeron de la destrucción y derrota hacia los refugios inaccesibles de las montañas donde vivían sus sacerdotes. Ellos son los Mamas o Maomas y conocen el secreto de la Madre para proteger el medio ambiente, la fertilidad de la tierra y todo a su alrededor. Son los encargados de velar por el orden universal y también por el orden social y espiritual de las tribus. Se denominan “Los Hermanos Mayores” de la humanidad y nosotros somos “Los Hermanos Menores”.



El derrumbamiento cultural abrió paso a la selva que al cabo de poco tiempo cubrió totalmente el antiguo esplendor de una de nuestras más florecientes culturas americanas. Quedaron pocas agrupaciones indígenas, como los Kogi, Sanka e Ijka, para custodiar la Sierra que ellos consideran un territorio vivo y, por ser el centro del mundo, crucial para mantener el equilibrio del universo.



Los Kogi son los más tradicionales de los grupos que habitan en la Sierra; su contacto con el mundo exterior es mínimo. Huyeron a los territorios más alejados para reforzar su autoridad religiosa. Tienen un gran valor espiritual y consideran que la Sierra Nevada es un cuerpo vivo, cada uno de sus elementos es parte funda-mental de su cultura y de su relación armónica con la naturaleza. Muchos no hablan español y en su territorio circula muy poco dinero.



Los Kogi viven en las cuencas medias y altas de los ríos Jerez, San Miguel y Buriticá y en los declives lluviosos del norte, en los valles Don Diego, Palomino y Ancho. Además les pertenece un territorio en las franjas occidentales de la Sierra en el valle del Guatapurí.



Generalmente cada poblado está formado por una serie de bohíos circulares, muy cerca el uno del otro. Los templos o casas ceremoniales de mayor diámetro se llaman Nuhue. En ellos los hombres se reunen por la noche, ayunando y escuchan-do los consejos y enseñanzas de sus sacerdotes, los Mamas (Mama en kogi significa el sol, iluminado por el sol). En algunas ciudades hay una casa de las mujeres, donde éstas se reunen mientras que los hombres están en el Nuhue.



Los Mamas son los encargados de velar por el orden universal y el orden social y espiritual de la tribu. Reciben desde pequeños una enseñanza metódica por parte de los mayores con más sabiduría, para ir así adquiriendo el conocimiento de la “ley de la Madre” y a su vez llegar a “saber más”. El etimólogo Reichel-Dolmatoff escribió en 1976:

‘Al ver los Kogi, su apariencia descuidada, su ceño duro y su aspecto triste, dan la impresión de personas miserables, y facilmente llegamos a la conclusión que han sufrido mucho. Por nuestro standard de evolución cultural nos podemos equivocar, pues no hay nada más que engañe como las apariencias: detrás de esta fachada de penuria y pobreza los Kogi llevan una vida de gran riqueza espiritual. Sus antiguas tradiciones se mantienen vivas y les ayudan a soportar las arduas condiciones de vida. Estas no tienen importancia si consideramos la profunda satisfacción que les ofrece su religión.’



Los Mamas observan los diversos fenómenos naturales, los ciclos del mundo animal y vegetal y los fenómenos estelares. Son los únicos herederos de la cosmovisión, el mito y la tradición ancestral. Sus actividades a lo largo del año se rigen por la observación de los astros, los solsticios y los movimientos y fases de la luna.



Generalmente los Kogi habitan las regiones situadas entre 1’000 y 1’500 m. No viven permanentemente en las ciudades porque tienen que atender sus cultivos en otros lugares. Cada familia tiene un promedio de 3 hectáreas, divididas en pequeños cultivos a diferentes niveles de la sierra. Algunos de ellos se encuentran en los páramos, a una altura de 2’500 a 3’000 m.



Los Kogi, pertenecientes a una de las pocas culturas que aún conservan intactas sus tradiciones, ven con angustia como los colonos han ido tomando posesión de sus territorios míticos. Hasta hace relativamente pocos años su hogar abarcaba las tierras bajas de la sierra, pero hoy en día la presión colonizadora ha reducido considerablemente su habitat.



Su sistema di agricultura es básico. Cortan, queman y vuelven a plantar: siempre ha sido así desde el siglo XVIII y la introducción del azadón y del machete. Cortar la selva se ha vuelto más facil, pero al mismo tiempo el uso de estas herramientas es un problema: los ven como utensilios que causan deterioro ambiental, ya que los Kogi consideran la tierra, las plantas y los arboles sagrados. Cada vez que se toma algo de la tierra se debe reemplazar por otra cosa, lo que ellos llaman “hacer un pago”.



La escasez de tierra fértil y la dispersión de sus cultivos tuvieron consecuencias desastrosas para los Kogi, al igual que las enfermedades que vienen de afuera y se llevan del 60 al 80% de sus bebés. Son principalmente enfermedades de las vías respiratorias. Los Kogi dependen de nuestra ayuda para medicamentos y demás.



Filosofía Kogi


Para comprender su idea de como funciona el mundo, hay que conocer su historia, contada por los Mamas Kogi. Lo más importante es Aluna: Aluna comporta todo, el pasado y el futuro, Aluna es inteligencia, el pensamiento concentrado y la memoria que es el puente entre el espiritu humano y el cosmos. Al mismo tiempo es el universo oculto de las fuerzas responsables de la fertilidad del mundo. Aluna hace posible el crecimiento, el nacimiento y la sexualidad, es la energía espiritual omni-potente. Sin Aluna la tierra sería estéril.



Aluna es la Madre. La vida de los Kogi en todas sus formas se refiere a este principio fundamental de su realidad. Meditando entran en el mundo de Aluna y actúan según sus leyes. Al principio existía solo Aluna, el océano de líquido amnótico, el cosmos: la Madre. Ella concebió nueve niveles, nueve mundos en este útero. Cada mundo tiene su propia personalidad. Encontramos aquí el concepto de la feminidad. Aluna exige la armonía entre componentes distintos pero conformes entre el uno y el otro. La unión y la enemistad de los sexos pertenecen a este concepto, así como la salud y lo que sucede en la Sierra.



La fuerza de la vida es caótica y los humanos somos necesarios: somos los jardineros del mundo, física y mentalmente, y tenemos que mantener el equilibrio. Todo acontecimiento puede alterar el equilibrio, según los Kogi es lo que pasó en la ecología. Hay que compensar el desajuste buscando nuevas armonías entre las energías que crearon el mundo y hacen que las cosas crezcan. Si nosotros des-cuidamos vivir en armonía, ésto revuelve la armonía del mundo y la energía vital se vuelve peligrosa, fuera de control. Los Kogi nos dicen: “Uds. verán aparecer nuevas enfermedades incurables”.



Los Kogi son testigos de lo que pasó en los últimos 30 años y creen que es la etapa final del regreso del “Hermano Menor” al corazón del mundo. En la década de los 70 los colombianos construyeron la carretera de Santa Marta a Venezuela, abriendo la ladera norte de la sierra. Como consecuencia llegaron los colonos que ocuparon las tierras de los Kogi, talaron los bosques en la parte baja de la montaña y destruyeron la flora para hacer sus plantaciones de marihuana. Con el tiempo se apoderaron también de las lomas, desplazando a los indígenas hacia las partes más altas de la sierra, donde encontraron cobijo, pero no pueden cultivar sus productos de primera necesidad.



La sierra fue objeto de muchos maltratos. Como resultado de la campaña norte-americana “quemar la tierra” (scorched earth), sus lomas fueron fumigadas por helicópteros con “gylphosphate” para destruir las plantaciones de marihuana, sin respetar la población. Los colonos tomaron más terrenos de los indígenas para sus nuevas plantaciones, destruyendo aún más la selva. En los años 1992 y 2000 la sierra fue de nuevo fumigada, esta vez para eliminar las plantaciones de coca de los indígenas, sin tener en cuenta que es su planta sagrada y es utilizada con gran respeto. Sus hojas son fuente de energía: contienen todos los minerales y vitaminas necesitados en climas extremos de 3000 a 5000 m de altitud.



Al mismo tiempo, los Kogi son testigos de la catástrofe ecológica que se está produciendo. Es precisamente lo que ellos temieron que sucediera en este momento. En la película mostramos como la nieve se retira en la parte alta de la montaña, cerca de 20 m por año y como los glaciares van desapareciendo. Los pastos antaño verdes se han reducido a áreas muertas, amarillas y llenas de grietas.

Especies animales se extinguen, no por ser cazadas sino por el deterioro de habitat que tienen que soportar, la migración de los aves cambia, nuevas plantas invaden el territorio, aniquilando la vegetación autóctona. Todo esto confirma su mitología.



Para una persona “civilizada” con el pensamiento racional es extremadamente dificil quererles explicar que estas cosas suceden por otras razonas, ya que su modo de ver el mundo es totalmente distinto.



Los Kogi perdieron primero el algodón, luego los platanales, y entonces decidieron que había que actuar y establecer contactos con gente de afuera. Pensaron que no todos los colombianos eran como los colonos, que seguramente habría alguien dispuesto a ayudarles a sobrevivir. Los Mamas Kogi, que se ven a si mismos como “Hermanos Mayores”, abandonaron su aislamiento de 400 años para poner en alerta a los “Hermanos Menores” - es decir a nosotros – diciendo:



“Destruyendo las reservas naturales, todas se están agotando. El hermano menor tiene que cambiar su forma de actuar. Todavía hay tiempo, nosotros podemos ayudar para que sigan existiendo animales, plantas, naturaleza y agua”.



Después de muchas noches de ayuno y adivinación decidieron colaborar con el historiador Alan Ereira, para realizar la película “Desde el corazón del mundo” (From the Heart of the World). Es su mensaje al mundo acerca del estado de nuestro planeta.



Los Kogi nos alertan sobre los principales problemas ecológicos:



· La deforestación. Las tres cuartas partes de los bosques templados y la mitad de los bosques tropicales son perdidos.



· Los residuos tóxicos. La mitad de los 70’000 productos químicos elaborados actualmente son tóxicos. En el año 2000 había más de 200’000 toneladas de residuos radioactivos en almacenes temporales.



· La degradación del suelo. La desertificación amenaza a una tercera parte de la superficie del mundo.



· La escasez de agua. Unos 2 millones de personas viven en zonas donde la escasez de agua es permanente.



· Las especies en peligro de extinción. Hasta el año 2000 se ha causado la extinción de un millón de especies animales y vegetales.



· La contanimacion atmosférica. Mil millones de personas en zonas urbanas aspiran diariamente partículas y gases tóxicos peligrosos para la salud.



Si logramos entender y respetar una de las más valiosas culturas del conti-nente americano, nosotros, los “civilizados”, podemos generar los mecanis-mos adecuados para proteger el “centro del mundo”, aquel territorio mítico cuya historia se pierde en el tiempo. INFOClara Müller

LatinAmericanGoods

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1 comentario:

Fernanda dijo...

Que bueno tu post, me encantó leerlo.
Nos habíamos visitado pero en tu otro blog, ahora te sigo en este también porque no me quiero perder nada de lo que aprendo por acá,
En este momento estoy leyendo "Historias desconocidas de la Argentina Indígena" me pone en un estado de angustia tremenda pensar en todo el sufrimiento que pasaron nuestros pueblos originarios (y que todavía sufren)tendría que ser un libro de lectura obligatoria en los colegios pero dejaría muy mal parados a la Iglesia y a muchos de nuestros antepasados. Un beso hasta pronto.